Contra la ambigüedad permanente

02/12/2017 00:23 | Actualizado a 02/12/2017 03:46

El procesismo no parece que vaya a acabarse después de las elecciones del 21 de diciembre si nos atenemos a la gente que cree en él y a las ambiguas declaraciones de los polí­ticos independentistas que, tratando de ablandar a los jueces y queriendo presentarse a las elecciones, declaran que acatan el artículo 155 de la Constitución, pero siguen diciendo que van a continuar luchando por la independencia de Catalunya, que, como sabemos, ni tiene respaldo internacional ni ha podido ­siquiera iniciarse por más que muchos catalanes la deseen.

El Estado ha actuado con proporcionalidad teniendo en cuenta que las leyes que se aprobaron los días 6 y 7 de septiembre de Referéndum y de Transitoriedad se hicieron vulnerando la Constitución y el propio Estatut de Autonomía, lo cual, unido a la semideclaración de independencia del 27 de octubre, no deja lugar a dudas de que “atentan gravemente al interés general de España” según exige el artículo 155 de la Constitución para poder activarse.

No es fácil adivinar el resultado de las elecciones del 21 de diciembre, pero lo que sí sabemos, ya, es el enorme perjuicio que el proceso está causando a la economía catalana, con empresas deslocalizadas, descenso del turismo, menores ventas y creación de puestos de trabajo, por no hablar de las divisiones entre amigos o incluso familias.

Por si todo esto fuera poco, el expresident Puigdemont nos dice desde Bélgica –para después rectificar tras ver el desaguisado causado entre sus huestes menos radicalizadas– que hay que poner en cuestión el europeísmo por el que Catalunya ha luchado siempre.

Y lo peor es la ambigüedad permanente en que Catalunya se ha instalado y que no es el marco propicio para que, después de las elecciones democráticas del 21 de diciembre, las empresas sigan pensando en Catalunya a la hora de invertir sin sobresaltos.

Las cosas no pintan bien. Algunos creíamos que, tras las elecciones convocadas para volver a la normalidad, las aguas volverían a su cauce, pero algunos posicionamientos electorales de los partidos separatistas no dan a entender que ello vaya a ser así si ganan las elecciones.

¿Se pueden imaginar los políticos de la ambigüedad permanente lo que pasaría si algunas grandes empresas que han creado miles de puestos de trabajo directos e inducidos pensaran que la ambigüedad permanente se les hace insoportable? ¿Bastarán sus emociones para crear puestos de trabajo alternativos y de calidad? Empecemos a reflexionar sobre a quién nos conviene a votar.