Otro escenario, otro problema


 03/01/2016 00:13 | Actualizado a 03/01/2016 02:14

Ni hoja de ruta ni plan de choque. Con president o camino nuevamente de elecciones. Las urnas pusieron el futuro del proceso soberanista en manos de la CUP, pero ninguna de sus estructuras internas tiene como función principal la toma de decisiones. La asamblea local es el órgano fundamental para “desarrollar e incidir en la política local y nacional”; el consejo político tiene funciones “organizativas y de seguimiento”; el Grup d’Acció Parlamentaria es un órgano “propositivo y de consenso”; y el secretariado “desarrolla y ejecuta” las políticas fijadas por una asamblea nacional, “órgano de expresión de toda la militancia”, que puede no decidir. La investidura de Artur Mas depende en un cónclave cupero en el que, con la militancia dividida, el objetivo es encontrar una salida consensuada y el sistema de votación descrito por la dirección permite situaciones más sorprendentes que el empate, como que “más de una propuesta obtenga la mayoría absoluta”.

La CUP tiene el deber de decidir pero su decisión no permitirá vislumbrar la luz al final del túnel. Simplemente determinará los siguientes pasos a seguir por el resto de formaciones. La disyuntiva planteada por la dirección de la izquierda anticapitalista –“Mas o marzo”– aparta de escena cualquier acuerdo programático con Convergència y ERC en el caso de que haya investidura y convierte la legislatura en una carrera de obstáculos más corta de lo previsto en la hoja de ruta planteada por Junts pel Sí. Con la CUP liberada y la confluencia de izquierdas de Ada Colau y Podemos jaleada, Esquerra tiene la obligación y la necesidad de recuperar perfil propio para mantener sus aspiraciones de futuro inmediato, mientras CDC se sumerge en un futuro incierto bajo presión de los tribunales.

Rechazar la investidura no hace más que acelerar el calendario y delimitar la capacidad de movimientos de unos y otros. El colapso del proceso permite a CDC plantear unas elecciones en marzo como un plebiscito sobre la figura de Artur Mas –la dirección convergente calcula que más de tres cuartas partes de votos de Junts pel Sí son masistas– y los discretos contactos de los partidos de izquierda pueden generar una candidatura unitaria con la bandera del cambio más allá del independentismo.

Hay más escenarios. Los excepcionales resultados del partido de Albert Rivera el 27-S se vieron reducidos en más de 256.000 votos sólo tres meses después en las generales y un escenario de citas electorales puede resituar a la baja su valor en las urnas en Catalunya . El PSC ha pasado en cinco años de la presidencia a ser un actor secundario y de segunda. Sin discurso solvente en Catalunya y sin voz en la pelea de gallos del PSOE. La rotunda apuesta de Miquel Iceta por Pedro Sánchez contrasta con el silencio igual de rotundo de la cabeza de lista por Barcelona en las elecciones generales. Mientras, Xavier García Albiol, se aleja cada día más de su Badalona y, con su doblete diputado-senador, avanza para hacerse cargo de un PP catalán que desarrolla su vida en el gallinero del hemiciclo.