Diez mandamientos para una crisis

04/11/2017 00:38 | Actualizado a 04/11/2017 03:17

El diagnóstico es de máxima gravedad. No hay otra forma de calificar el terremoto provocado por las decisiones judiciales del jueves. No habíamos visto nunca en democracia un auto de prisión tan duramente recibido, tan cruelmente criticado ni tan despiadadamente lanzado al combate político. Si hasta ahora la contienda se libraba en el terreno del enfrentamiento ideológico entre soberanistas y unionistas, a pesar del exceso de encomiendas de solución a los jueces, ahora el separatismo aprovecha el momento para identificar justicia con represión. Unos lo hacen porque se consideran víctimas de la legislación aplicada. Otros, por simple, humana y, por tanto, sagrada solidaridad.

El analista externo y distante tiene un ojo en el Código Penal y el otro en la rea­lidad social. El código le dice: ponte, escribidor, en la piel de la juez Carmen Lamela: si tiene ante sí a un grupo de querellados que llevan años vulnerando la Consti­tución, incumpliendo leyes del Estado, creando una legislación paralela, desobedeciendo a los tribunales, ¿qué debe hacer su señoría? ¿Mirar para otro lado? No le pidáis eso a ningún juez del mundo. El Estado de ­derecho consiste en el imperio de la ley con garantía de juicio justo y derecho de defensa.

Ponte ahora, escritor, en la piel de quienes se sienten tan heridos por la prisión de sus líderes, llámense Junqueras, Turull o Puigdemont. Se comprende su indignación. Se comprende su solidaridad. Y se comprenden todas sus denuncias. La cuestión del momento es si se podría llegar a un equilibrio que serene –no hablo de eliminar—ese clima de aversión. Sólo se me ocurre elaborar un decálogo que dice así:

Primer mandamiento . Piensa que la justicia española, si tiene alguna cualidad, es la de ser garantista. Y eso quizá no elimine, pero reduce drásticamente la posibilidad de resoluciones caprichosas o ideológicas.

Segundo mandamiento . Es muy tentador y efectista hablar de presos políticos. No los hay. Aunque resulte poco original recordarlo, sólo existen políticos presos.

Tercer mandamiento. Si la juez se ha excedido, lo que hizo no es una sentencia. Quien vea una injusticia en su auto lo puede recurrir.

Quinto mandamiento. Piensen esto último los magistrados del Supremo y la Audiencia Nacional. Sería un espectáculo que una veintena de miembros del Parlament –y algunos consellers—estuviesen en la cárcel o en el gobierno.

Cuarto mandamiento. El auto de prisión es doloroso para todos, pero no impone la inhabilitación, que nunca puede ser una medida cautelar. Los presos de hoy pueden ser candidatos mañana y diputados a partir del 21-D.

Sexto mandamiento. Cuiden los políticos sus palabras. Calculen el daño que le hacen a este país si basan sus discursos en denunciar alegremente, por ejemplo, que en España se “encarcela a los opositores”. Eso no es verdad, señor Pablo Iglesias, y usted lo sabe por su propia experiencia de oponente al Gobierno y al sistema.

Séptimo mandamiento. Téngase la amabilidad de repartir las culpas de la crisis de forma equitativa. El Estado, su Gobierno, la justicia y otras instituciones pueden ser malísimas, no lo discuto. Pero alguna ­culpa deben de tener quienes han provocado este incendio con la vulneración de las leyes.

Octavo mandamiento. No es cierto que en España se persigan las ideas. Junqueras lleva toda su vida propugnando la independencia y ningún fiscal se querelló por eso. Si hoy está en la cárcel, no es por ser republicano ni independentista.

Noveno mandamiento. No vale aceptar la justicia cuando resuelve a favor y denigrarla cuando resuelve en contra. Esto es válido para este caso y para los recursos al Supremo y al Constitucional.

Décimo mandamiento. Cuidado con quienes aprovechan el conflicto con fines electorales, lo cual es inevitable. Y cuidado, sobre todo, con quienes lo aprovechan para su propósito de liquidar lo que llaman régimen del 78. Dinamitar el pilar fundamental del Estado de derecho sería un avance histórico para ellos, pero un desastre para el país.