La oportunidad de Junqueras

 Author Img DIRECTORA ADJUNTA
 08/05/2016 01:37 | Actualizado a 08/05/2016 02:31

Más allá del final del bipartidismo, el actual momento político viene marcado por el declive del PSOE. Pieza nuclear del sistema de partidos, el socialismo español está amenazado por la irrupción de un movimiento de protesta convertido en fuerza política como es Podemos. El PP puede perder las elecciones, pero sus fundamentos no entran en crisis. En cambio, el PSOE –como le ocurre a buena parte de la izquierda europea clásica– no logra convencer a sus electores de sus promesas reformistas. Sus votantes, desencantados, no confían en que los socialistas serán capaces de alterar las tradicionales relaciones de poder y de reparto de la riqueza imperantes. Ven al PSOE como una continuidad, con otro estilo, de la forma de gobernar de la derecha. Así, un partido que ha sido central en la política española sufre dentelladas por todos los flancos.

En Catalunya, el fenómeno de la extinción del centro político es aún más complejo. El PSC formaba parte de ese espacio y padece de idéntico mal, mientras que Convergència, que ha sido durante más de tres décadas el partido más representativo de la sociedad catalana, ve cómo su apoyo va menguando de forma inexorable en cada convocatoria electoral. Al igual que en el resto de España, el PSC se ha desmembrado en favor de otra izquierda aparentemente más resuelta a subvertir el orden establecido, como son los comunes de Ada Colau por un lado y Esquerra por el otro. Pero a ese esquema hay que sumar el comportamiento electoral derivado del debate sobre la independencia. Ante el convencimiento de que la centralidad de la política catalana se había desplazado hacia ese vector, Convergència optó por sumarse al mensaje de la independencia y, sin embargo, la polarización en este sentido ha beneficiado a los republicanos. La encuesta del CIS y la publicada esta semana por El Periódico confirman un inapelable y nítido trasvase de voto de CDC a ERC.

El president Puigdemont (derecha) y su vicepresidente Junqueras en una reunión del GovernEl president Puigdemont (derecha) y su vicepresidente Junqueras en una reunión del Govern

Llegados a este punto, el principal rival de Convergència ya no es el PSC, sino ERC, con la que comparten el gobierno. Y esa competencia se va a acentuar cada vez más, conforme avance la corta legislatura a la que se han comprometido. Es obvio que la disputa del espacio independentista se decanta netamente a favor de ERC, pero hasta ahora Convergència había empleado como argumento para atraerse el voto su emblema de formación sensata y con experiencia. Pues bien, los republicanos se han propuesto acabar con esa baza aprovechando su participación en el Govern. La apuesta más arriesgada es la asunción de la Conselleria d’Economia por parte de Oriol Junqueras, con la que el líder de Esquerra quiere demostrar que él y su partido están tan capacitados o más que los convergentes para gestionar el país. Junqueras podrá explicar que su partido ha dirigido –entre la experiencia del tripartito y la actual– casi todos los departamentos: desde Economia a Ensenyament, pasando por Salut, Benestar Social, Cultura, Treball, Comerç, Justícia, Governació, Agricultura..., casi todas las conselleries excepto Interior.

Esquerra tiene muy fácil hurtarle a Convergència el estandarte del pedigrí independentista y ahora quiere arrebatarle también las banderas de la formalidad, la experiencia y la gestión. Durante los dos últimos años, los convergentes reivindicaron a Artur Mas como la figura que aportaba seriedad y credibilidad al proceso soberanista y ahora es Junqueras quien pretende ocupar ese puesto aprovechando el vacío de liderazgo en CDC. Lo curioso es que los convergentes confían en que el líder de ERC sufra el desgaste derivado de sus obligaciones como conseller de Economia de un gobierno con unas finanzas extenuadas y sin mayoría para aprobar los presupuestos. Sin embargo, Junqueras también cuenta con bazas a su favor: una legislatura corta y el dominio del discurso de la incomprensión y malas artes del Gobierno central.

La opa hostil de ERC a CDC está en marcha y pilla a los convergentes en uno de los periodos de mayor inestabilidad interna, en plena indefinición ideológica y en transición del liderazgo de Artur Mas al de Carles Puigdemont. El presidente de la Generalitat cuenta cada vez con más apoyos en el partido, pero la sombra de Mas se proyecta de forma que el relevo se presenta arduo. Sin la bendición oficial de CDC, Puigdemont deberá competir con su vicepresidente Junqueras en una pugna que puede volver a cambiar el maleable mapa político catalán.