Ocho apellidos de allí

Artículos | 11/09/2015 - 00:00h
La Vanguardia

David González

Barcelona


La nueva política viene a Catalunya con ropajes viejos y manuales periclitados. Soy de los que piensan que Pablo Iglesias tiene más razón que un santo cuando afirma que no ganará las elecciones a la presidencia del Gobierno sólo con los de las banderas rojas. En eso veo algo nuevo novísimo, pero creo que su discurso retrocede muchas décadas atrás cuando para movilizar a lo que él define como "las clases populares" de Catalunya, los supuestos "invisibles", apela a los apellidos de los catalanes de origen andaluz o extremeño -"esa gente que tiene padres andaluces y abuelos extremeños"- y cual obedientes canes prestos a recibir la orden de su amo los exhorta a "enseñar los dientes" para echar a Mas y Rajoy el 27-S. A los que siempre han acusado a los nacionalistas de repartir carnets de "buenos y malos catalanes", Pablo les ha roto el guion. Hay quien se preguntaba ayer en Twitter por las consecuencias de no seguir las instrucciones del señor Iglesias, es decir, por lo que puede acarrear una decisión del tipo 'votaré lo que me dé la gana' si su padre es de Écija y su abuelo de Montánchez, pongamos por caso: ¿"Me van a retirar los puntos del Caprabo si voto a Junts pel Sí o el PP"?, decía una hija de gallegos. "¿Van a mandar a David Fernàndez al infierno o algo porque sus abuelos son de Zamora y él se ha abrazado más de una vez con el president Mas"?, inquirí yo mismo, preocupado por mis ocho apellidos "de allí".

Ante los hechos, puede parecer el recurso más socorrido recordar a Iglesias las biografías políticas de gentes tan alejadas ideológicamente y tan próximas en su praxis electoralista como Alejandro Lerroux García, Alfonso Guerra González o Alejo Vidal-Quadras i Roca. O incluso aquel lema de su "querido" PSUC (y de Paco Candel y de Jordi Pujol, desde luego-) que, contra todo intento de división, rezaba "Catalunya, un sol poble". Sin embargo, creo que le aprovecharía más reparar en el hecho de que muchos abuelos y muchos padres andaluces y extremeños venidos aquí fueron los primeros que por fuerza dijeron "Adéu, Espanya" y ni sabían catalán ni mucho menos habían leído a Joan Maragall, ni nada de nada, oye.