A 15 días, cuatro ejemplos

16/09/2017 00:02 | Actualizado a 16/09/2017 01:57

A dos semanas de la jornada de reflexión, que supongo que será declarada ilegal, se puede intentar, como simple y nada científico ejercicio periodístico, un balance de la contienda política. Lo primero que salta a la vista es que ya se plantea en términos de desafío por parte del independentismo y de “no nos temblará el pulso” por quienes tienen la obligación de imponer la legalidad. El nacionalismo ha perdido el respeto a la ley y se aproxima al barranco de la insumisión. Sigo diciendo insumisión, porque desobediencia es palabra que no refleja debidamente las actitudes ni los estados de ánimo. Los órganos del Estado, a su vez, se han liberado de complejos y creen que pueden conjurar el fantasma de la autodeterminación a base de autoridad. Lo más escuchado es: hemos ilegalizado Batasuna y no se incendió el País Vasco; hemos encarcelado a Otegi y siguió sin incendiarse; Catalunya tampoco se va a incendiar.

Lo veremos, porque ninguna situación es comparable. Yo creo que el Gobierno hace lo que está en el guion de cualquier gobernante en un Estado que tiene una Constitución. Un jefe de gobierno o cumple y hace cumplir la ley, o tiene que dimitir. Pero no toda la fuerza es suya, como demuestran estos cuatro ejemplos.

El presidente Carles PuigdemontEl presidente Carles Puigdemont (Reuters)

Ejemplo de los alcaldes: si los llama el fiscal (Estado), es un acto de represión, por supuesto intolerable; si alguien los increpa o insulta en la calle, es un acto de patriotismo y un saludable ejercicio de libertad de expresión que incluso el Govern puede estimular.

Ejemplo de la manipulación, una de las bellas artes en política y la más usada en conflictos: también gana el independentismo, porque tiene más desparpajo para practicarla. Lo hace sin ruborizarse al negar que hay libertad en Catalunya, al explicar la historia, al convertir falsedades en verdad absoluta, al atribuir a líderes adversarios palabras que nunca dijeron o al incorporar una notable dosis de demagogia a sus discursos. El Gobierno del Estado tiene menos soltura para manipular. Y los jueces y fiscales se deben atener a los hechos.

Ejemplo del público. La República de Catalunya tiene público porque sus promotores lo tienen. Llenan Diadas y plazas de toros. Las fotos impresionan, aunque haya descendido el número. El unionismo no está organizado, ignoro si tiene el miedo que se dice, pero ha renunciado a la calle por falta de quórum. Es mayoría en las encuestas, pero ínfima minoría en su demostración de fuerza.

Y ejemplo de los mensajes, que ahora es lo trascendente. Cuando se inició la campaña, escuché el “vamos a fundar un nuevo país” y comprobé otra vez que el nacionalismo tiene mística. Ha sido capaz de elaborar una mitología, aunque sea equivocada. Ha creado una ilusión que une a sus simpatizantes. Puede provocar entusiasmo entre sus fieles. El Gobierno, en cambio, sólo tiene la mística de la unidad. Las leyes pueden meter en la cárcel, pero carecen de magia para suscitar la aclamación. Y eso es lo que le falta a Rajoy. Tiene la adhesión externa, porque suya es la razón legal; pero sin magia, sin mística, sin encantamiento es muy difícil la seducción.