19/01/2016 00:29 | Actualizado a 19/01/2016 01:04 La última fase del debate político Catalunya-España es esta: ¿cómo deben ser las relaciones con los independentistas? ¿Deben ser tratados como una parte que todavía es de España a su pesar o se les debe marginar de acuerdo con el viejo principio de al enemigo ni agua? Pedro Sánchez se inclinó por la primera tesis, les hizo el favor de cederles cuatro senadores para que pudieran tener grupos propios, y El problema no es menor. Refleja el estado de crispación que existe en las relaciones políticas provocadas por el proceso de desconexión. Es el último atisbo de ruptura entre los representantes políticos de parte de la sociedad catalana y los defensores del Estado, o a la inversa. Todo ello, precedido por la indicación de la Zarzuela a la presidenta del Parlament de que no era precisa su presencia física para informar de la investidura de Puigdemont y la réplica de ERC de no acudir a las consultas reales de esta semana. Se ha llegado a donde no se había llegado nunca: a la implicación de la Corona en un conflicto político. Este cronista confiesa una dificultad casi insuperable para defender cualquiera de las dos posturas, con el riesgo de que le insulten llamándole “equidistante”. Tiene algo de razón Pedro Sánchez al tender puentes, pero también la tienen quienes alegan que no hay por qué hacer favores a quienes están en política para romper la nación española. Y tiene razón el jefe de Estado al marcar distancias con quien movilizó a millones de personas contra España, gritó “Viva la República catalana” y no pidió promesa de lealtad al Rey al nuevo presidente |