Economía Beneficios, costes y teoría de juegos Edición impresa Economía | 23/11/2012 - 00:00h Clara Ponsatí El ciudadano catalán es consciente de que los costes y beneficios dependerán de cuál sea la estrategia de España El debate sobre la independencia de Catalunya entrecruza múltiples dimensiones: desde la democracia, las leyes y los derechos de las minorías hasta la historia de la península Ibérica, y desde la justicia y la eficiencia en la distribución personal y territorial de la riqueza, pasando por las transferencias territoriales como fuente o freno de prosperidad, hasta la magnitud del déficit fiscal y de otros costes y beneficios. En mi opinión, la posición a favor o en contra de la independencia de Catalunya debe sopesar todas estas dimensiones. No obstante, los costes y beneficios captan los focos en la controversia mediática y el cuerpo a cuerpo de la batalla política. Es comprensible. Los ciudadanos serán llamados a votar una y otra vez, y calibrar costes y beneficios de cada opción es primordial para decidir su voto. No parece que la ciudadanía catalana esté demasiado preocupada por los costes de mantener un estado. Sí por el hecho de que la independencia nos dejara fuera de la Unión Europea. Vaya, que la preocupación no atañe a la independencia, sino a las represalias que esta pueda desencadenar. El ciudadano catalán dudoso de dar su voto a quienes proponen la independencia es consciente de que los costes y beneficios dependerán en gran medida de cuál sea la estrategia de España. Y las voces que llegan con mayor volumen hablan de vetar la permanencia de Catalunya en la Unión Europea, pero también está presente la estrategia de aceptar la decisión de los votantes catalanes. A grandes rasgos, los intereses de las partes son los siguientes. La independencia eliminaría el déficit fiscal; ello sería un beneficio para Catalunya y un coste para España. Ser excluida de la Unión Europea sería costoso para Catalunya pero también para España. Evaluar rigurosamente costes y beneficios para escenarios de los que no hay experiencia previa es un arte en el que no me voy a aventurar. No obstante, examinar los escenarios razonables no requiere grandes ejercicios de contabilidad prospectiva. Basta con comparar grosso modo las valoraciones de las distintas situaciones, y analizarlas con la lógica de las interacciones estratégicas que nos proporciona la teoría de juegos. Permítanme, pues, que exponga este análisis a modo de lección en dos partes. Estamos ante un juego de estrategia con dos jugadores, el votante medio catalán y el votante medio español, ambos con dos estrategias. El votante catalán debe elegir entre independencia y unión, y el votante español debe elegir entre aceptación y veto. Los cuatro resultados posibles son, por tanto, independencia con veto, independencia con aceptación, unión con veto, y unión con aceptación. ¿Cuál es la previsión razonable en el supuesto de que cada jugador actúe atendiendo a su interés? En un juego de estrategia, la actuación racional de los jugadores da como resultado un equilibrio de Nash. Esto es, un par de estrategias, una para cada jugador, que son mutuamente mejor respuesta: cuando cada jugador evalúa retrospectivamente su decisión, debe confirmar que -a la vista de la decisión del oponente- ha elegido la mejor estrategia posible. Aceptemos, para proceder con nuestro argumento, que el coste de quedarse fuera de la Unión Europea sea mayor que los beneficios de la independencia. (En caso contrario la independencia sería una decisión inequívoca.) El juego que nos ocupa tiene dos equilibrios de Nash: uno es la unión con veto y el otro, la independencia con aceptación. ¿Por qué? Primero, si la estrategia elegida por España fuera veto la respuesta catalana debería ser unión puesto que los costes de la independencia serían mayores que sus beneficios. Y si el votante medio catalán vota unión, entonces la estrategia veto no resulta costosa -puesto que no es necesario ejecutarla- y es por tanto una buena decisión. Segundo, si la estrategia elegida por España fuera aceptación, el votante catalán debería elegir independencia, pues ello le reportaría la eliminación del déficit fiscal, sin incurrir en el coste de exclusión. Ante la independencia, la estrategia menos gravosa para el interés del votante medio español es la aceptación. Hasta aquí, el análisis proporciona cierta justificación a la estrategia del veto. Acaso sea este el análisis que fundamenta la presente política de amenazas del Gobierno español. Pero el mismo razonamiento confirma que si la estrategia del votante catalán es la independencia, la actuación racional al servicio de los intereses españoles sólo puede ser la aceptación. Pero la lección de teoría de juegos no termina aquí. Continuemos con la segunda parte de nuestra lección. Aceptar o vetar son decisiones cuya ejecución es posterior a la decisión del votante catalán. Cuando las decisiones estratégicas son sucesivas, el análisis debe tenerlo en cuenta. La receta es simple: el jugador que juega primero debe predecir cuál va a ser la reacción del que actúa último y elegir su estrategia consecuentemente. El votante catalán debe, pues, predecir el comportamiento de España como reacción a su decisión. Para predecirla, basta con ponerse en su lugar. Ante la decisión de aceptar o vetar, aceptar es mejor que vetar, pues esto ahorraría costes a España. Anticipando la aceptación, el votante catalán debería optar por la independencia. Amenazar con el veto no es creíble, es una amenaza vacua, puesto que ejecutarla perjudicaría el interés del ciudadano español. El pronóstico es contundente: Solamente la independencia con aceptación. El discurso que transmite el Gobierno de España tendrá que cambiar. Anunciar una estrategia basada en amenazas miopes que no se podrán ejecutar es poco inteligente. La lección también se debe aplicar a Catalunya, pues dar credibilidad a amenazas vacuas sería irresponsable. |