29/01/2016 00:31 | Actualizado a 29/01/2016 02:57 Qué fácil resulta imaginar las intenciones del pueblo cuando vota! Realmente, los ciudadanos sólo expresan su simpatía ideológica –a veces personal—y el deseo de quién quiere que les gobierne; pero llegan los politólogos, esa especie que ha emergido masivamente en las pantallas de televisión, y hacen originales interpretaciones. La más ocurrente de las últimas elecciones generales ha sido que el pueblo español ordenó a sus políticos que hicieran el favor de gobernar desde el pacto. Se imaginan a los electores dedicando su jornada de reflexión haciendo cábalas de a quién votar para que de su papeleta saliera un mandato de acuerdo político. Como digo, es ocurrente, pero confunde las consecuencias de la votación con las intenciones de un votante que quiere que ganen los suyos y todos los demás se queden en la oposición. El resto es lírica política y, en todo caso, olvida dos pequeños detalles: saber si en este país queda algún político pactista y quiénes queremos que pacten. Que no hay pactistas lo demuestran los hechos: aquí sólo se ofrecen acuerdos por pura y agobiante necesidad. Que no se sabe quiénes queremos que pacten, también está demostrado. Quizá habría que introducir una novedad en las futuras consultas: un apartado en cada papeleta que dijera “en caso de no obtener mayoría, deseo que pacte con…”, y el ciudadano escribiría el nombre de su segundo partido. Lo propongo formalmente. Así se evitarían las especulaciones de estos días, y Pablo Iglesias le podría decir al comité federal del PSOE: “nombro a Pedro Sánchez presidente y yo seré su vicepresidente porque así lo quiere el electorado”. Y hasta Felipe González, con toda su autoridad, lo tendría que aceptar. Como no disponemos de esa fuente de legitimación popular, estamos como estamos: los que se necesitan para la gran coalición no se aproximan ni con los SOS de Mariano Rajoy. Sánchez no puede ni acercarse al Partido Popular, y mucho menos consolidarlo en el poder, porque se le sublevaría la militancia. Pero la alianza de izquierdas tiene inmensas dificultades, porque Podemos se equivocó en las formas de su oferta, y porque el PSOE está acostumbrado a devorar a otros partidos, no a que lo devoren a él. El miedo guarda la viña de la coalición. Y los acuerdos con nacionalistas están demonizados en su origen e intención, porque quien pacte con ellos será proclamado por los patriotas españoles como el mayor enemigo de la sagrada unidad nacional. A los nacionalistas, si fuese posible, ni grupo parlamentario. Así que, si el pueblo español ordenó pactar a su clase política, o se equivocó por desconocimiento de los actores, o se equivocó de época en la que vive, o está siendo clamorosamente desobedecido. Creo que ocurren las tres cosas a un tiempo con un añadido: cada agente político susceptible de pactar ve a su adversario como un peligro para el país. Y, tal como van las cosas, seguramente lo sea. |