Catalunya y la gobernación española

España se enfrenta a una situación política inédita...

31/01/2016 01:07 | Actualizado a 31/01/2016 03:58

España se enfrenta a una situación política inédita. El presidente del Gobierno en funciones, Mariano Rajoy, declinó la semana pasada el encargo de investidura que le fue propuesto por el Rey, y el próximo martes finalizará una segunda ronda de consultas, que podría concluir con un encargo exploratorio al socialista Pedro Sánchez. No será fácil. Los resultados de las elecciones generales del 20 de diciembre, fruto de los estragos materiales y emocionales de la crisis económica, han dado lugar a un Parlamento fragmentado, en el que los dos prin­cipales partidos apenas suman el 50% de los votos. Las fuerzas clásicas se ven abocadas a compartir escenario con dos partidos nuevos de distinta y distante orientación ideológica (Podemos y Ciudadanos). A su vez, las formaciones nacionalistas, presentes en los equilibrios políticos españoles desde 1977, también aportan novedades: CDC (que en el pasado apoyó gobiernos socialistas y populares) y ERC (que pactó con los socialistas) comparten ahora un programa independentista, sobre el cual se ha construido, no sin enormes dificultades, el actual Gobierno de la Generalitat de Catalunya.

La gran mayoría de la sociedad catalana sigue con evidente interés la nueva situación. Tras la experiencia política del pasado cuatrimestre, podríamos decir que los catalanes ya están curados de espantos. Después de un rompecabezas, viene otro. Hay un gran interés en Catalunya ante la posible evolución de la política es­pañola. Treinta de los 47 diputados elegidos en las cuatro provincias catalanas el pasado 20 de diciembre per­tenecen o están asociados a las cuatro formaciones de ámbito general que se disputan el dominio del tablero (PP, PSOE, Podemos y Ciudadanos). Recordemos que la formación más votada en Catalunya el 20-D fue la coalición En Comú Podem.

Hay interés ante los movimientos que tienen lugar en un escenario inédito y debería haber un mayor interés por el contenido de los pactos que pueden esbozarse y cerrarse en las próximas semanas. Importa el cómo e importa el qué. Los representantes políticos de la sociedad catalana debieran tener un activo protagonismo en la nueva legislatura, como ha ocurrido en todos los momentos decisivos de la historia española contemporánea. La inhibición y la autoexclusión no tienen hoy ningún sentido y no representarían en absoluto el sentir mayoritario de la sociedad catalana.

Los representantes políticos de Catalunya en el Parlamento español –de todas las filiaciones, sin exclusión alguna– han de ambicionar un papel relevante en el nuevo escenario. Hay que estar. Evidentemente, hay que esperar que haya buenos ministros catalanes en el próximo gobierno de España, capaces de ocuparse del interés general y de mantener una comunicación intensa y sensible con los problemas de la comunidad que más aporta al producto interior bruto español.

No es la hora de la inhibición, ni siquiera para los dos partidos que se han hecho cargo del Gobierno de la Generalitat con un programa soberanista. Hay que recordar, de nuevo, que las candidaturas de carácter independentista no alcanzaron el 50% de los votos en las elecciones al Parlament del pasado mes de septiembre. Después de una peripecia de tres meses que concluyó con la retirada de la candidatura de Artur Mas a última hora, Carles Puigdemont fue elegido presidente de la Generalitat con una mayoría parlamentaria cuya estabilidad se pondrá a prueba en los próximos meses. Los dos partidos que hoy gobiernan Catalunya seguramente están obligados a ser consecuentes con su programa compartido, pero el Govern de la Generalitat también está obligado a atender el interés general. Y el interés general en Catalunya no puede ser hoy definido con la exclusión del 52% de los ciudadanos que no votaron opciones independentistas en septiembre. El interés general obliga a la síntesis y a la toma de decisiones con el más amplio respaldo social posible.

No es la hora de la inhibición catalana en el nuevo escenario político, y tampoco es hora de decisiones o de aventuras que puedan empujar la actual interinidad española contra el autogobierno de Catalunya. La mayoría de los catalanes, como quedó demostrado en diciembre, no quiere vivir de espaldas a la posibilidad de cambios y reformas en España. Hay que estar.