31/01/2016 01:12 | Actualizado a 31/01/2016 03:10 Se perfila ya cuál es el desafío de más envergadura para Podemos: la cohesión entre el núcleo de la organización y las confluencias gallega, catalana y valenciana que le aportaron el 20-D veintisiete de sus sesenta y nueve escaños. Algunas costuras han estallado antes de comenzar la complicada andadura de este partido un tanto magmático. Los cuatro parlamentarios militantes de Compromís se han apeado y se instalan en el grupo mixto del Congreso. Iglesias pactó con los líderes de las confluencias que cada una de ellas tuviera grupo parlamentario y autonomía política prácticamente plena. El compromiso de Iglesias con gallegos, catalanes y valencianos resultó excesivo porque Podemos no podía ejecutar según qué garantías negociadas. La iniciativa de Ada Colau para constituir un nuevo partido sobre la exitosa base de la experiencia de En Comú Podem se añade, aunque de forma aparentemente cordial, a la disidencia valenciana, mientras los parlamentarios gallegos ya han anunciado que quieren para su nacionalidad los mismos equipajes programáticos que se han asegurado a otras. Teresa Rodríguez, la líder más carismática de Podemos en Andalucía –del sector crítico a la actual ejecutiva–, también ha pedido para los diez parlamentarios obtenidos en las circunscripciones de aquella comunidad una consideración específica. ![]() No ha de pasar demasiado tiempo sin que veamos cómo las confluencias se hacen plenamente autónomas de Podemos, partido que, por el momento, les ha servido de banderín de enganche para situar en el mapa del poder institucional a la izquierda alternativa en territorios con fuerte identidad y que, por ello, incorpora el derecho a decidir como una más de sus variables estratégicas para absorber electorados que el tradicional nacionalismo de izquierdas –ERC o EH-Bildu, sin olvidar, incluso, a la CUP– no sabe o no puede retener. La desconfianza de los otros nacionalismos hacia Podemos –PNV, al que rebasó en votos en las elecciones generales, o CDC– es ostensible. Desde Ada Colau hasta Oriol Junqueras –aunque en localizaciones ideológicas y estratégicas muy diferentes– saben, o parece que saben, que el referéndum binario y vinculante que Podemos propugna para Catalunya es meramente instrumental para, a su través, abrir un proceso constituyente. El derecho a decidir que defienden los líderes podemitas chirría en una consideración sistemática de su programa de transformación del sistema político en España, inspirado en modelos teóricos poco o nada compatibles con procesos de dispersión/distribución territorial del poder del Estado. Los dirigentes de las confluencias están tomando la medida a Podemos y adoptando posiciones previas a la gran cuestión de las próximas semanas que es la negociación –si llega a producirse de verdad– para lograr una investidura y, después, un gobierno central dotado de alguna estabilidad. El punto crítico de la cohesión interna de Podemos se alcanzará cuando se compruebe que no sólo no hay posibilidad de un referéndum secesionista en Catalunya, sino que tampoco hay chance para un proceso constituyente. Ese será el momento en el que las confluencias traten de imponer a la dirigencia de Podemos su poder cuantitativo y cualitativo y también en el que inicien una trayectoria bien diferenciada para alcanzar muy pronto otro proceso electoral general, además de los ya seguros este año en Galicia y Euskadi. Colau, Oltra o Ferreiro se manejan en sus respectivas comunidades como en un universo político propio en el que quieren instalar –en parte ya lo han conseguido con la implantación municipal– una izquierda alternativa al socialismo y a los nacionalismos burgueses. Su fuerza reside en que frente a los elementos puramente identitarios de los nacionalismos de larga tradición, estas nuevas fuerzas incorporan modelos sociales y económicos en los que el más radical autogobierno –el derecho a decidir– es una propuesta para desbordar los planteamientos conservadores y establecer marcos de referencias para políticas diametralmente distintas. No parece, sin embargo, que en España vaya a prosperar una confederación de izquierdas autónomas para pilotar el Estado como podría pretender Podemos en una primera fase. Iglesias y sus compañeros han sabido hacer crecer electoralmente su opción seduciendo a las izquierdas periféricas que han robado la cartera política a los nacionalismos tradicionales. Pero el aglutinante entre Podemos y las confluencias va a ser temporalmente breve y materialmente frágil. En el horizonte se perfila un enorme pulso interno entre la fuerza centrífuga y la centrípeta que alberga ahora Podemos. Los avisos de las confluencias preanuncian que algunos crecimientos políticos vertiginosos encierran una casuística compleja que termina por dar la cara. |